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Cooperar para cuidar: poner la vida y los derechos en el centro 

En Iberoamérica, se consolida una convicción que redefine nuestras prioridades colectivas: la sociedad del cuidado como nuevo paradigma para la igualdad, la sostenibilidad y la paz, con la vida en el centro de la acción pública.

Hay discusiones que transforman la manera en que imaginamos el futuro. En Iberoamérica, se consolida una convicción que redefine nuestras prioridades colectivas: la sociedad del cuidado como nuevo paradigma para la igualdad, la sostenibilidad y la paz, con la vida en el centro de la acción pública. 

La XVI Conferencia Regional sobre la Mujer, celebrada en Ciudad de México del 12 al 15 de agosto de 2025, llegó con un pan debajo del brazo: la Corte Interamericana de Derechos Humanos reconoció el cuidado como un derecho humano autónomo. En esa decisión histórica se afirma que todas las personas tienen derecho a cuidar, sercuidadas y al autocuidado. Con este impulso, lo que siempre sostuvo la vida avanza en el camino hacia su pleno reconocimiento como derecho, interpelando a los Estados a garantizarlo con políticas, recursos y responsabilidades claras.

Los feminismos de la región llevan décadas advirtiéndolo: el bienestar colectivo se sostiene sobre el trabajo de cuidados no remunerado que recae mayoritariamente sobre las mujeres. Y vamos con datos, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo estima que aproximadamente el 21 % del PIB regional corresponde al trabajo de cuidados no remunerado y según cifras de la Organización Internacional del Trabajo, el 76 % del trabajo de cuidados no remunerado en América Latina y el Caribe recae en mujeres. Reconocer ese aporte y redistribuir responsabilidades no es un gasto: es una inversión en autonomía, bienestar y cohesión social. Sin cuidados no hay tiempo, ni salud, ni oportunidades: nada de lo que entendemos como vida social y económica sería posible. 

Cuidar es cooperar

Pero al tiempo, con importantes desafíos por lograr, y en un contexto regional y global donde se instalan narrativas que cuestionan derechos ya reconocidos, la cooperación internacional sigue siendo clave: moviliza recursos, fortalece capacidades y alinea esfuerzos para sostener los avances conseguidos y evitar retrocesos. Desarrollar sistemas integrales de cuidado requiere integrar los sectores público, privado y comunitario, con una gobernanza que conecte lo local con lo global y asegure que los cuidados se consoliden como parte del bienestar colectivo.

En la Conferencia en México, por ejemplo, los Estados acordaron lanzar para 2025-2035 una década de acción en América Latina y el Caribe para acelerar la igualdad de género y construir una sociedad del cuidado, impulsando transformaciones profundas en los ámbitos político, económico, social, cultural y ambiental para poner los cuidados en el centro de las políticas públicas. 

Los desafíos siguen siendo significativos. La desigual distribución del tiempo, de los ingresos y de los servicios limita las oportunidades de millones de mujeres y perpetúa brechas que se transmiten de generación en generación. La corresponsabilidad entre Estado, mercado, comunidad y hogares continúa siendo una tarea pendiente en la región, y aún son pocos los sistemas de cuidados consolidados que garanticen derechos en todo el ciclo vital. 

Cuidar implica cuidar también —y de manera urgente— del medioambiente. Urge incorporar una ética del cuidado que reconozca la interdependencia entre las personas y la naturaleza, y sitúe el sostenimiento de la vida —humana y no humana— en el centro de las decisiones. Solo desde esa comprensión es posible enfrentar las consecuencias del cambio climático, cuyos efectos recaen con mayor fuerza sobre las mujeres, especialmente aquellas que viven en zonas rurales, donde el deterioro ambiental amenaza sus medios de vida, el acceso al agua y la seguridad alimentaria

El 29 de octubre, Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, fue una jornada para recordar que cuidar es un acto profundamente político. Lo importante ahora es que ese reconocimiento no se quede en una conmemoración, sino que se traduzca en políticas, presupuestos y decisiones que garanticen el derecho de todas las personas a cuidar, ser cuidadas y cuidarse a lo largo de la vida.

Por Florencia Difilippo y Lucía Chicatun, especialistas de la División de Género, Secretaría General Iberoamericana.