Columna originalmente escrita para el periódico El País, 29/07/2016
El Brexit ya ha llegado a América Latina: ¿qué efectos económicos y políticos tendrá en la región en el corto, medio y largo plazo? La región latinoamericana ya está sintiendo los efectos del referéndum británico. En un mundo globalizado e interconectado, no es posible aislarse de un evento de tales proporciones. Esto añade una nueva fuente de incertidumbre para la región, que desde hace algunos años experimenta un periodo de desaceleración económica. Sin embargo, varias razones animan a un optimismo moderado.
A corto plazo, las economías latinoamericanas padecerán los efectos de la inestabilidad de los mercados financieros y deberán lidiar con una posible reducción de la inversión extranjera, un incremento en los costos de los préstamos, y un fortalecimiento del dólar, que tendrá implicaciones negativas para los países con economías o deudas denominadas en esta divisa.
A medio plazo, no obstante, los mercados se estabilizarán y los efectos negativos del Brexit en la economía regional serán limitados. Las últimas estimaciones del Fondo Monetario Internacional apuntan en este sentido: tras el referéndum, las expectativas de crecimiento económico para 2016 y 2017 han sido revisadas a la baja para la mayoría de países y regiones, pero no para América Latina.
Esto responde, entre otros motivos, al reducido peso que el Reino Unido tiene en las economías latinoamericanas. Inglaterra fue, hasta mediados del siglo pasado, un socio económico crucial para la región. Actualmente, sin embargo, los principales socios comerciales de América Latina son los Estados Unidos, la Unión Europea (en particular Holanda y España) y China. El comercio con el Reino Unido apenas supone el 0,65% del total de las exportaciones latinoamericanas. Algo parecido ocurre con la inversión extranjera directa, ya que los flujos de capitales británicos son pequeños en la mayoría de los países.
Ahora bien, el Brexit puede afectar a la región por vía indirecta en la medida en que frene la recuperación de la economía mundial, contraiga el comercio internacional y prolongue por un tiempo mayor la incertidumbre y la volatilidad de los mercados cambiarios, financieros y bursátiles.
El Brexit exigiría además reconfigurar la plataforma comercial. Al invocar el artículo 50, el Reino Unido quedaría excluido de los tratados que la Unión Europea comparte con Chile, Colombia, Centroamérica, México y Perú, y no tendría entonces acuerdos comerciales con ningún país latinoamericano. La negociación de tratados bilaterales supondría, como ya anunció el presidente Santos, un tremendo “dolor de cabeza”, pero también abriría la posibilidad de conseguir acuerdos más consonantes con las nuevas circunstancias. Especialmente importante será el efecto que el Brexit pueda tener sobre las negociaciones entre el Mercosur y la UE, toda vez que el Reino Unido fue siempre uno de los principales defensores del acuerdo.
En lo que respecta a América Latina, la evolución político-económica reciente, incluyendo el éxito de iniciativas como la Alianza del Pacífico, permite comprobar que buena parte de la región está buscando avenidas hacia nuevas formas de integración y cooperación.
Más allá del plano estrictamente económico, el Brexit puede tener importantes efectos de tipo geopolítico. En primer lugar, puede contribuir a un fortalecimiento de los movimientos de corte nacionalista y anti-inmigración que ya están proliferando en Europa y Estados Unidos. Esto es alarmante. La política importa: la historia desmuestra que estas actitudes pueden tener consecuencias nefastas para el crecimiento económico, para la seguridad y para el bienestar de toda la sociedad.
Por otro lado, algunos analistas temen que el Brexit sea interpretado como prueba del fracaso de los modelos de integración regionales, provocando el regreso a retóricas de aislamiento y doctrinas proteccionistas no solo en Europa, sino también en América Latina. Yo creo, sin embargo, que el proyecto integrador europeo es lo suficientemente robusto como para superar la crisis actual, aunque el éxito no debería darse por sentado: se requerirá del compromiso de todo el continente para profundizar en lugar de debilitar la Unión Europea.
En lo que respecta a América Latina, la evolución político-económica reciente, incluyendo el éxito de iniciativas como la Alianza del Pacífico, permite comprobar que buena parte de la región está buscando avenidas hacia nuevas formas de integración y cooperación. Resta por ver el alcance de estas iniciativas y su articulación con el Atlántico Norte.
Es en este contexto en que tendrá lugar la XXV Cumbre Iberoamericana, que celebraremos en Cartagena de Indias el 28 y 29 de octubre, conmemorando los 25 años del proyecto iberoamericano. Frente a la incertidumbre y la fragmentación, Iberoamérica ilustra los beneficios concretos que se obtienen de la colaboración. En un mundo globalizado en el que compartimos los problemas, necesitamos, cada vez más, espacios que nos permitan compartir también las soluciones.
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