«Cuando en septiembre de 2015 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Agenda 2030, la Comunidad Iberoamericana tenía ya más de veinte años de experiencia en cooperación internacional orientada al desarrollo sostenible. En efecto, ya en la declaración de la primera Cumbre Iberoamericana de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en 1991 en Guadalajara, México, se manifiesta la firme voluntad de los países de la región de trabajar juntos en la construcción de un futuro común de mayor bienestar e igualdad social, sobre la base de un desarrollo económico compatible con el cuidado del medio ambiente.
Desde entonces, la Comunidad Iberoamericana ha venido desarrollando y consolidando un sistema de cooperación internacional con características propias, que no solo es plenamente compatible con los objetivos de la Agenda 2030, sino que ha demostrado ser un potente catalizador de los mismos.
Y es que la cooperación iberoamericana emerge como una respuesta de países, que en términos generales son clasificados como de renta media, a los desafíos que ellos mismos han ido encontrando en su camino hacia el progreso, y que no siempre recibían respuestas apropiadas por parte de la ayuda oficial al desarrollo (AOD). Nos referimos a retos como la disminución de la desigualdad, la creación de empleos de calidad, la construcción de instituciones sólidas o el cierre de las brechas de género, que se encuentran en el corazón de los ODS. Así, bien podría considerarse que la cooperación Iberoamericana ya estaba trabajando en el cumplimiento de los ODS incluso antes de que estos fueran aprobados por la Asamblea General de Naciones Unidas.
Otra de las características de la cooperación iberoamericana, que es compartida por la Agenda 2030, es la aspiración de avanzar en sus objetivos a través del fortalecimiento de las políticas públicas. Lo que se logra a través del diálogo y la cooperación, tanto a nivel político como técnico y financiero.
En el ámbito iberoamericano esta aspiración se ha materializado en la creación de diversos foros, redes y encuentros que facilitan y fomentan los intercambios entre los tomadores de decisiones. Adicionalmente, en materia de cooperación, los países iberoamericanos han cristalizado estos principios en los diversos Programas Iniciativas y Proyectos Adscritos de la Cooperación Iberoamericana (PIPA) que tienen como objeto promover y fortalecer políticas públicas que impacten positivamente en el bienestar de la población, y en cuya gobernanza participan todos los países interesados en un plano de total horizontalidad: todos los participantes se encuentran en las mismas condiciones de aportar experiencias y beneficiarse de los conocimientos de los demás.
Uno de los elementos que diferencia a los ODS de sus predecesores (los Objetivos de Desarrollo del Milenio) es el llamado explícito a que los gobiernos y las instituciones públicas colaboren estrechamente en su implementación, junto con las autoridades regionales y locales, las instituciones subregionales, los organismos internacionales, la comunidad académica, las organizaciones filantrópicas, los grupos de voluntarios y otras instancias. Y no podía ser de otra forma, ya que los desafíos que impone la Agenda 2030 (fin de la pobreza, hambre cero, igualdad de género, acción por el clima, entre otros) no conocen de fronteras y sobrepasan las capacidades individuales de cada país. Tal elemento es también compartido por la cooperación Iberoamericana, que entre sus principales características cuenta el ser multinivel (incorpora en sus acciones a gobiernos centrales y locales; regiones y ciudades) y multiactor (opera estableciendo alianzas que van más allá del sector público, incluyendo a otras organizaciones internacionales, empresarios, académicos y organizaciones de la sociedad civil, entre otros).
Finalmente, cabe hacer presente que dado lo ambiciosas que resultan las metas contenidas en los ODS su cumplimiento necesariamente requerirá de un importante compromiso político, así como de una institucionalidad capaz de darle continuidad y realizar un seguimiento de su cumplimiento. La Comunidad Iberoamericana cuenta con las herramientas necesarias para satisfacer todos estos requisitos: las cumbres de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno que se celebran bianualmente han demostrado ser el escenario propicio para la formulación de compromisos políticos de alto nivel -los que incluso se han materializado en la aprobación de tres Planes de Acción Cuatrienales de la Cooperación Iberoamericana (PACCI) en los que expresamente se alinean las acciones de la Comunidad con los ODS-. Así mismo, cuenta con una institucionalidad liderada por la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y ha desarrollado herramientas como el Informe de Cooperación Sur-Sur que pueden ayudar a monitorear el impacto de la cooperación y que bien podrían replicarse en otras áreas geográficas.
Los ODS constituyen un notable logro civilizatorio. Gracias a ellos la humanidad cuenta hoy con una carta de navegación común hacia sociedades más justas, inclusivas y sostenibles. De igual forma la cooperación iberoamericana, por su historia, objetivos, características y logros es una muy potente herramienta para avanzar en esa ruta, y hoy, cuando nos encontramos en pleno camino hacia la Cumbre del Futuro, convocada por Naciones Unidas para el año 2024, es el momento de destacarlo».
Lorena Larios, Secretaria para la Cooperación Iberoamericana
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