Treisi tiene doce años y desde los ocho forma parte de la Orquesta Maya que une a los jóvenes de la frontera entre México y Guatemala, y que, en la mayoría de los casos, no genera músicos profesionales pero sí ciudadanos con más opciones de huir de la pobreza.
En las primeras semanas, esta niña guatemalteca peleaba con sus compañeros y eventualmente participaba de la orquesta, tocando a tientas algún instrumento, cuenta César Esquivel, su profesor en esta iniciativa que forma parte del programa Iberorquestas Juveniles.
Iberorquestas lleva siete años convocando a jóvenes músicos de la región a través de llamadas como la de la Orquesta Juvenil Centroamericana y del Caribe que este mes ha pedido a los chicos y chicas interesadas que graben y envíen sus audiciones a través de las redes sociales para la gira de 2016.
Treisi «no empezó a integrarse y a destacar como líder de sección hasta la última etapa, cuando comprendió de manera rápida la estructura armónica, además de tener un pulso estable», dice Esquivel sobre sus capacidades musicales.
Pero este programa de cooperación iberoamericana, que trabaja con 14 países, no valora únicamente la habilidad que los jóvenes tengan para el solfeo, el acordeón o la afinación vocal, sino que trabaja con la música para luchar contra las desigualdades sociales.
«Ahora hay una mayor comprensión sobre cuestiones de higiene básica, orden y limpieza dentro del salón de clases», se enorgullece Esquivel al tiempo que asegura que «el respeto y la generosidad van en aumento» entre los chicos.
Para Carlos Corcuera, coordinador del programa, se trata de «difundir entre los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, la educación musical y la práctica orquestal como una valiosa herramienta para el desarrollo artístico y humano».
Para ello, cuentan con cientos de orquestas adheridas al programa, inspirado por el sistema venezolano, que desarrollan «la integración social de los sectores más desfavorecidos de la población», incide.
Además, se trata de fomentar la presencia y el conocimiento de la diversidad cultural iberoamericana, formar nuevos públicos en la región y ampliar las perspectivas de trabajo de los jóvenes, según explica.
Y además de las orquestas nacionales, desde 2014 Iberorquestas trabaja en la creación de grupos fronterizos, que se permean aun más de la realidad iberoamericana, acercando las diferencias y las semejanzas que suelen separar las líneas divisorias.
Así, Costa Rica y Panamá unen a niños y adolescentes en torno a violines, fagots, clarinetes u oboes, igual que lo hacen Chiapas (México) y Guatemala, o El Salvador, Guatemala y Honduras, que poseen una inédita orquesta triangular.
Según cuenta Olga Mendoza, del sistema nacional de fomento musical de México, la intención es «celebrar y rendir homenaje a la cultura maya de ambos países», así como «rescatar la lengua y sus tradiciones a través de lamúsica».
En la orquesta Maya, formada por 142 jóvenes, se involucran autoridades comunitarias y gobiernos nacionales, directores de escuelas, profesores de música tradicional y actores independientes como algunas radios, que facilitan la comunicación interna.
El maestro Carlos Arturo Tapia recuerda que, pese a las dificultades, el proyecto «tiene un impacto importante en las comunidades», donde ya le han aceptado como una voz autorizada.
«Me conmueve que nos ofrezcan hospedaje y comida en caso de no poder viajar ese día, cuando ellos viven en casitas de palo con paja y tienen muchas carencias», asegura agradecido Tapia, quien tarda hora y media en bicicleta para llegar a la comunidad: «no me pesa, muchos jóvenes lo hacen a pie».
De la curiosidad inicial en los talleres de instrumentos a la afinación vocal, pasando por la adaptación de los maestros a la comunidad y finalmente la creación de grupos de confianza entre los propios niños para, con la música, combatir la desigualdad.
Fuente: Macarena Soto, Agencia Efe.
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