Iberoamérica y la lengua portuguesa

Iberoamérica aporta al orden internacional un mecanismo de diálogo y de concertación política y diplomática importante

TRIBUNA

António Costa

Primer Ministro de Portugal

Columna publicada en el suplemento especial en Le Monde Diplomatique en español, 01/02/2018

Repartidos entre dos continentes, mirando a dos océanos y con dos lenguas globales, los veintidós países que forman la Conferencia Iberoamericana (CIB) han establecido entre ellos una cooperación con características singulares que enlaza de modo estratégico el norte y el sur del Atlántico y el Atlántico con el Pacífico.

Son veintidós países muy distintos, vinculados por una comunidad de afectos. Viven ciclos políticos y económicos no siempre convergentes y están integrados en espacios políticos, económicos y geoestratégicos diferentes. No tienen la pretensión de constituir un bloque unificado de acción o de posiciones, pero aportan al orden internacional un mecanismo de diálogo y de concertación política y diplomática importante, tanto entre el continente americano y Europa como entre los países de Latinoamérica.

Cada uno contribuye con lo mejor que tiene para ofrecer en esa relación. Portugal, junto con España, representa la entrada al mercado de 500 millones de consumidores de la Unión Europea. Con Brasil, somos la puerta para un mundo de lengua portuguesa disperso por varios continentes, con más de 250 millones de hablantes. Con nuestra diáspora, que en la región de Latinoamérica supera los 1,2 millones de portugueses, difundimos una visión sobre los beneficios de los intercambios culturales, de la integración y de la convivencia entre comunidades.

Iberoamérica aporta al orden internacional un mecanismo de diálogo y de concertación política y diplomática importante

Con la creación de la CIB, en 1991, se intentó modernizar y desarrollar de manera más amplia las relaciones entre espacios con un fuerte vínculo histórico que se habían transformado profundamente gracias a la tercera ola de democratización que recorrió el mundo iberoamericano, a ambos lados del Atlántico, en las últimas décadas del siglo XX.

Tras su adhesión a la Comunidad Europea, Portugal y España promovieron la importancia de Latinoamérica en la política exterior europea. En particular, Portugal procuró siempre compensar los riesgos potenciales de una excesiva continentalización de sus alineamientos externos, combinando la participación deseada en el proyecto de integración europea con un vínculo a espacios más amplios: cuidando los lazos mantenidos con antiguos aliados, en el Atlántico norte, con espacios de cercanía histórica y cultural, como la CIB, y con el compromiso de la creación de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa, en 1996.

window-glass-city-urban-patternLa identidad de Portugal se construyó a lo largo de los siglos, en gran parte, en el exterior, en contacto con los demás. Por esto, tenemos una visión abierta del mundo, una perspectiva positiva sobre el multilateralismo y los beneficios de la cooperación internacional, e intentamos preparar a nuestra sociedad para los retos y oportunidades que ofrecen la tecnología y la innovación en este siglo XXI. Por elección propia, estamos arraigados en la Unión Europea, pero deseamos, cada vez más, reafirmarnos como una plataforma de contacto y de diálogo entre diferentes regiones, culturas y continentes. Queremos ser más europeos, reconocernos como iberoamericanos, estar más cerca del resto de países de lengua portuguesa, más integrados en las rutas del comercio y la inversión internacionales y más profundamente implicados en los mecanismos multilaterales de concertación global.

Nuestra participación en la CIB desempeña un papel importante en ese complejo modelo de relaciones y justifica la prioridad que damos a Latinoamérica en nuestra política exterior. El proyecto iberoamericano es un espacio de estrecha cooperación entre los Estados miembros de lengua portuguesa y española, en el que es esencial valorar el equilibrio entre los dos componentes lingüísticos y su proyección en el mundo, con un peso conjunto de 600 millones de hablantes.

Los compromisos asumidos en la génesis de la organización –la defensa de los principios democráticos y de los derechos de nuestros ciudadanos, la promoción del bienestar y del desarrollo económico y social de nuestras poblaciones- conservan hoy plena actualidad y deben incorporar la evolución de los compromisos asumidos por la comunidad internacional a lo largo de los años, tanto en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible como en el del Acuerdo de París sobre el cambio climático. Gracias al tema elegido, la reciente Cumbre de La Antigua Guatemala aportó una contribución a este debate.

Consideramos que el desarrollo de la dimensión lusófona enriquecerá a nuestra organización y, por esta razón, celebramos los movimientos de aproximación que se han dado en ambos sentidos: la creciente cooperación de la Conferencia Iberoamericana con el resto de países de lengua portuguesa y la concesión del estatuto de observador asociado por parte de la CPLP a países de lengua española como Argentina, Chile y Uruguay, así como a la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

En el mismo sentido, Portugal ha dado pasos concretos para aumentar el nivel y la calidad de su participación en el proyecto iberoamericano, desde luego a través de la apertura en este año de la oficina de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura en Portugal, así como de una mayor implicación en los programas sectoriales y en la representación al más alto nivel en las cumbres.

Esperamos contribuir de esta manera al fortalecimiento de la dimensión lusófona de ese espacio común, manteniendo un equilibrio entre dos lenguas que tanto han dado a la cultura y literatura mundiales a través de autores como Jorge Luis Borges, Machado de Assis, Juan Rulfo, Fernando Pessoa, Pablo Neruda o Federico García Lorca.

Otro escritor nos ha dejado una reflexión única sobre las relaciones iberoamericanas: José Saramago, del que se conmemoran en 2018 los veinte años de aquel que fue el primer y, hasta ahora único, Premio Nobel de Literatura en lengua portuguesa. En La balsa de piedra, Saramago imagina que la península ibérica se separa geográficamente del resto del continente europeo y viaja a la deriva por el Atlántico hasta inmovilizarse entre Latinoamérica y África. Se trata de una novela que, con el poder del símbolo, consigue expresar bien los lazos de afecto que unen a nuestro país con esos dos espacios que se complementan: Iberoamérica y el mundo de lengua portuguesa. Sin desear ni necesitar alejarse un milímetro del resto de Europa, los tres Estados europeos que forman la CIB pueden hoy seguir acercándose a Latinoamérica y a otros espacios de pertenencia más amplios.

El año 2019 nos dará una oportunidad única para celebrar dichos vínculos, en el marco del Programa de Conmemoraciones del V Centenario de la Circunnavegación al mando del portugués Fernando de Magallanes (2019-2022), navegante que enlazó a nuestros dos continentes y a sus dos océanos, dejando su nombre en la geografía de lugares y el legado de la apertura del mundo al conocimiento mutuo.

Lo que hoy tenemos no es un encuentro entre dos mundos. No es un mundo nuevo que se encuentra con el antiguo, sino países iberoamericanos que buscan juntos nuevos mundos de conocimiento, de desarrollo, de reducción de la desigualdad social, de concertación política y diplomática. Hoy tenemos nuevos mundos a ambos lados del Atlántico, dos lenguas en una sola orilla.

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