Por: Gonzalo Oyarzún
Presidente de Iberbibliotecas
En una sociedad cada vez más abierta, las bibliotecas públicas son un espacio privilegiado para dar visibilidad a todos los integrantes de la comunidad, indistintamente de su condición, por cuanto no sólo son espacios democráticos por excelencia, sino acaso también una de las instituciones más democráticas de nuestras naciones, donde a nadie se le prohíbe ni restringe el acceso a la cultura, la información, la recreación y la participación, en donde la inclusión juega un rol decisivo.
Consecuentemente, las bibliotecas cumplen una función importantísima de formación personal y también de creación de espacios de cohesión social, de construcción de identidades y, sin lugar a dudas, en ellas reposan el conocimiento, las expresiones y la manera de entenderse de cada país e incluso de la humanidad. Muchos países, especialmente en América Latina, se han apoyado en las bibliotecas para regenerar el tejido social, destrozado por la desigualdad, la discriminación de género, la violencia política o económica o por la marginación social, por sólo nombrar algunos de los fantasmas que nos persiguen. En ese sentido, las bibliotecas pueden y han tenido muchas veces un papel muy importante en esta misión.
Cada día es más evidente que nuestras bibliotecas no están aisladas en sus localidades, sino que pertenecen y establecen relaciones con las regiones y estados de todo un país. A su vez, los países tampoco están solos: en una sociedad de la información, en donde el conocimiento viaja libremente de un punto a otro, en donde las culturas se permean y donde los saberes se comparten, resulta cada vez más necesario establecer alianzas, asociarse a nuestros pares para crecer y generar cohesión social, para propiciar el encuentro de culturas y dar un salto significativo en los desafíos que enfrentamos.
Albert Einstein señalaba que antiguamente la vida y la cultura de una nación podían ser protegidas en cierta medida por el crecimiento de sus ejércitos. En el presente, decía él, debemos abandonar la competencia y, en cambio, reforzar la cooperación (1). Esto debe ser un hecho central en todas nuestras consideraciones de asuntos internacionales. De lo contrario, nos enfrentamos a un desastre seguro.
Quizás no con el mismo dramatismo de las palabras de Einstein, pero sí con las mismas convicciones, la cooperación Iberoamericana debe ser un espacio articulador de los programas, proyectos, iniciativas y actividades vinculadas a la biblioteca pública para generar sinergias en las prioridades estratégicas definidas por nuestros países, así como para contribuir a una mayor eficacia y adecuada coordinación. Se trata de velar por el desarrollo social integral de los pueblos iberoamericanos, la inclusión y la participación de todos los miembros de la sociedad desde una perspectiva de género y etnia, basándonos en el pleno ejercicio de todos los derechos de todas las personas en la región iberoamericana.
De este modo, la cooperación internacional puede ser un paradigma en el desarrollo de las bibliotecas que las sitúe en un ámbito distinto de la evolución cultural de nuestros países. Los científicos Attila Szolnoki y Matjaž Perc, el primero húngaro y el segundo esloveno, señalan que la cooperación es un enigma evolutivo, ya que desafía los principios básicos de la selección natural. Si durante el curso de la evolución sólo sobreviven los más aptos, ¿por qué debe uno sacrificar la aptitud individual para el beneficio de otros que no están relacionados con uno? La cooperación generalizada en la naturaleza es sin duda uno de los más importantes desafíos a la teoría de la evolución y la selección natural de Darwin (2).
Y en Iberbibliotecas estamos mandatados y decididos a cooperar. Y, si es necesario, a desafiar todas las leyes de la naturaleza.
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