Empresas Iberoamericanas: el coste de la desigualdad

Romper las brechas de género en la empresa, una cuestión de justicia y un asunto vital para el progreso de la sociedad en su conjunto.

Avanzar en la eliminación de todas las formas de discriminación y en igualdad de género ha sido, durante las últimas décadas, una de las prioridades de la Comunidad Iberoamericana. Son múltiples las oportunidades en las que los 22 países que la integran han manifestado su compromiso en áreas tan fundamentales como el trabajo decente, la erradicación de la violencia de género, el fomento de la participación política, la equidad en los cuidados y la reducción de la brecha digital de género.

A las iniciativas ya existentes en estas materias, la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) ha sumado esta semana un nuevo informe que analiza la participación de las mujeres en los Consejos de Administración (CA) y en los Consejos de Dirección (CD) en empresas cotizadas de once países de la región.

Este documento, basado en un análisis exhaustivo a más de 150 empresas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, España, México, Perú, Portugal, Uruguay y Venezuela, nos muestra que, estos países, las mujeres son casi el 30% de las integrantes de estos espacios de decisión, lo que refleja una falta de representación notable en ambos consejos de poder.

Esta situación no solo es un problema para las mujeres, que se encuentran claramente subrepresentadas en las instancias decisorias, sino que lo es para la sociedad y la economía en su conjunto ya que, al final del día, son ellas las que se ven lastradas por los importantes costos que acarrea esta dimensión de la brecha de género.

En efecto, la baja participación de mujeres en la dirección tiene un importante costo financiero, porque las empresas con mujeres en posiciones de liderazgo son un 20% más propensas a ser más rentables y tienen un 25% más de probabilidades de ofrecer mejores resultados que sus competidores menos diversos. Su menor representación también representa un costo negativo en términos de innovación: está demostrado que las organizaciones más diversas en términos de género obtienen casi un 20% más de ingresos por este concepto. A estos datos hay que añadir un costo en términos de resiliencia: los estudios demuestran que las compañías lideradas por mujeres navegan mejor las crisis, se adaptan más rápidamente a los cambios y presentan mejores indicadores de crecimiento a largo plazo. Su infrarrepresentación supone también costos en materia de clima laboral, puesto que equipos dirigidos por mujeres tienden a manejar mejor los conflictos, resolviéndolos de manera más colaborativa. A nivel regional esta brecha tiene un costo en términos de crecimiento económico, que podría aumentar en más de un 10% si se logra una mayor paridad en cargos de liderazgo. Por último, y no menos importante, desde una mirada social, que no estén representadas supone un importante costo valórico y un debilitamiento del mérito cuando se perpetúan instancias discriminatorias que impiden el ascenso de mujeres a posiciones de liderazgo.

Superar, o al menos disminuir estos costos es posible. La experiencia internacional -especialmente la de la Unión Europea- demuestra que existen múltiples mecanismos para conseguirlo: planes de igualdad diseñados para aplicar estrategias que fomenten la diversidad en todos los niveles jerárquicos; incentivos sectoriales, que creen programas específicos para sectores con menor representación femenina (como la minería o el transporte); programas de formación, a través de los cuales se capaciten a las mujeres en liderazgo y se sensibilicen a los hombres sobre sesgos de género; redes de mentoría, que establezcan programas de tutelaje y guías para impulsar la carrera de las mujeres, fomentando la inclusión con experiencias cruzadas entre hombres y mujeres; e instrumentos de seguimiento y evaluación, que permitan monitorear el impacto de las políticas y realizar mejoras continuas, entre otras.

Pero la herramienta que ha mostrado mejores resultados hasta la fecha son las cuotas de género. Su implementación en empresas públicas y cotizadas, acompañada de mecanismos de supervisión y sanciones claras, resulta más efectiva que las aproximaciones basadas en incentivos y programas voluntarios. Las cifras a este respecto son contundentes: mientras en países como España, donde existen cuotas obligatorias la participación de las mujeres en los CA, es de casi el 40%, en América Latina esta apenas se acerca al 20%.

Implementar medidas como estas, de probada eficiencia para cerrar la brecha de género, es una de las maneras más eficientes de mejorar la competitividad de nuestras empresas, de impulsar el crecimiento económico, de aprovechar el talento de nuestra gente y de construir las sociedades más justas e inclusivas a las que aspiramos.

No hay duda de que las empresas y las economías iberoamericanas enfrentan un escenario internacional marcado por aguas turbulentas y vientos inciertos; un escenario en el que todos los días escuchamos sobre la importancia disminuir costes y aumentar la eficiencia. En este contexto resulta más importante que nunca contar con mujeres al timón y concentrarnos en erradicar los costos asociados a su subrepresentación.

Andrés Allamand
Secretario General Iberoamericano

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