«El pasado tres de octubre participé en el “VII Foro PYME Italia-América Latina”, organizado por el Instituto Ítalo Latinoamericano (IILA), en la ciudad italiana de Bérgamo. En este contexto tuve oportunidad de referirme a algunas de las razones por las cuales desde la SEGIB trabajamos por el fortalecimiento de las PYME en Iberoamérica, así como a los principales desafíos que enfrentan.
Hablar de las PYME es hablar de un factor clave para el crecimiento económico de América Latina, ya que aportan aproximadamente el 30% del PIB; son la mayoría de las empresas de la región representando más del 90% del tejido empresarial; son las principales generadoras de empleo al aportar el 70% de los puestos de trabajo; son las principales promotoras del emprendimiento en áreas de avanzada como las industrias creativas y aquellas que tienen que ver con la economía del conocimiento; son el punto de partida de unicornios y multilatinas, muchas de las cuales gozan hoy de reconocido prestigio internacional.
Al margen de lo expuesto, las PYME juegan un rol relevante para el empoderamiento económico de las mujeres. De hecho, una de cada tres de estas empresas es dirigida o es propiedad de una mujer. El emprendimiento femenino es particularmente relevante en América Latina, donde alcanza niveles superiores a los exhibidos por otras regiones del mundo. El empoderamiento económico de las mujeres es una pieza clave para acortar las brechas de género que persisten en la región y tiene un impacto muy significativo en su autonomía.
Cualquier análisis sobre el impacto de las PYME en la región estaría incompleto si no se abordan también algunos de los retos que enfrentan, siendo el primero el de la productividad. En la región las empresas grandes tienen niveles de productividad significativamente superiores a las PYME, que muchas veces se ven atrapadas en una verdadera “trampa de productividad”. La digitalización puede convertirse en la forma de sortear esta trampa y acortar las brechas de productividad, aumentando la eficiencia de los procesos industriales, ayudando a encontrar nuevos canales de comercialización, y mejorando la logística y el desarrollo de nuevos productos.
En segundo lugar, resulta necesario mencionar los problemas relativos al financiamiento. En la región las PYME solo obtienen un porcentaje reducido del mismo a través de los bancos, y en general acceden a créditos a tasas más altas y con plazos más cortos que las empresas de mayor tamaño. Abordar mediante políticas públicas mejorías al financiamiento es una cuestión fundamental para apalancar el crecimiento de estas empresas.
En tercer lugar, es importante ocuparse del impacto regulatorio. Muchas veces la legislación, por ejemplo la laboral, aborda a las empresas como si todas tuvieran el mismo tamaño y enfrentaran los mismos problemas, lo que a menudo deja a las PYME en una situación desmejorada frente a empresas más grandes. Existen también países que desarrollan regímenes tributarios simplificados y favorables a las empresas más pequeñas, lo que es una señal positiva, pero se debe tener cuidado para evitar que esos beneficios se transformen en incentivos al no crecimiento por temor a perderlos.
Por último, las PYME deben ser apoyadas tanto para su expansión como en sus procesos de internacionalización. Para lo primero es necesario asegurar que los mercados en los que se insertan estas compañías cuenten con normas de sana competencia, eliminando las barreras de entrada que puedan dificultar su participación en igualdad de condiciones. Para lo segundo es fundamental favorecer el potencial exportador de estas empresas que, a diferencia de lo que ocurre en regiones como Europa, se encuentra muy limitado. En tal sentido, la inclusión de las PYME en los tratados de libre comercio es un factor que debe ser impulsado, al igual que el aumento de la colaboración desde el mundo público para la identificación de nuevas oportunidades y socios comerciales, y el aterrizaje en nuevos mercados.
La agenda pro-PYME no es una agenda ideológica, sino transversal. Existe amplio consenso político en la importancia de fomentar la cooperación y el dialogo entre el sector público y el privado, así como entre las empresas grandes y las de menor tamaño. Es el momento de aprovechar este consenso y dar un impulso decisivo a las economías de la región avanzando en la eliminación de los obstáculos que limitan el potencial de uno sus principales motores: las PYME».
Andrés Allamand, Secretario General Iberoamericano.
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