Columna originalmente escrita para el periódico El País, 15/09/17
Producir con sostenibilidad ambiental y para el bienestar social. Preferir una marca por el comportamiento ético de la empresa y no solo por las características del producto. No es ciencia ficción, sino una tendencia que está ganando impulso. Me refiero al cuarto sector, el cruce entre los valores, el consumo y la producción, en la economía que demandan los millennials.
En torno a un 70% de esta generación aceptaría un salario más bajo a cambio de trabajar por una buena causa, mientras que la abrumadora mayoría estarían dispuestos a pagar más por un producto responsable. Es cierto que tienen la mirada fija en la pantalla del móvil y dedican varias horas de su día a las redes sociales. Pero también quieren frenar el cambio climático, construir sociedades más inclusivas, mitigar la creciente desigualdad, y vivir de acuerdo a una ética que no esté reñida con las ganancias.
De estos nuevos valores y expectativas ha surgido un poderoso movimiento que en muchos países supone ya el 10% del producto interior bruto (PIB) y que emplea a una proporción considerable de sus trabajadores. Los emprendedores jóvenes han sido los principales impulsores de este cambio. Cada año se crean millones de empresas sociales en el mundo, bajo diversas formas, como iniciativas ciudadanas, empresas B, cooperativas, mutualidades, sociedades laborales, o la banca ética.
Lo que une a estas entidades es que, aunque buscan la autosuficiencia financiera y funcionan bajo una lógica empresarial, su objetivo no es únicamente lucrar. Su objetivo es resolver los grandes problemas del siglo XXI, combinando elementos de los tres sectores tradicionales: el público, el privado y el no gubernamental.
Muchas de las empresas actuales ya reconocen la necesidad de desarrollar modelos de negocios más integrales
Iberoamérica se encuentra especialmente posicionada para aprovechar el inmenso potencial que encierra el cuarto sector: una región joven, audaz, creativa y de naturaleza emprendedora. Bien desarrolladas, las empresas del cuarto sector nos ayudarán a solucionar los principales desafíos de nuestra era, permitiéndonos cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que todos los países del mundo se han comprometido a alcanzar para el año 2030.
La Secretaría General Iberoamericana ha decidido colocarse en la vanguardia de esta tendencia, siguiendo los mandatos de la pasada XXV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno. Los 22 países de la región reconocen el papel central del emprendimiento para el crecimiento económico, y también para la transformación de los sectores productivos y la creación de sociedades más incluyentes.
Por ello, en los próximos días lanzaremos en la ciudad de Nueva York un ambicioso proyecto que busca impulsar el desarrollo de este llamado cuarto sector en Iberoamérica, en colaboración con el Foro Económico Mundial y otros actores internacionales. Queremos que la ciudadanía conozca las oportunidades que ofrecen las empresas del cuarto sector y ayudar a los distintos gobiernos a generar un ecosistema propicio para su crecimiento, con un marco regulatorio e instrumentos financieros adecuados. El propósito es abrir un espacio adicional para el emprendimiento, un espacio que permita sacar el mayor provecho del talento disponible en la sociedad.
Muchas de las empresas actuales ya reconocen la necesidad de desarrollar modelos de negocios más integrales. Se estima que, para el año 2030, tres cuartas partes de las 500 mayores empresas del mundo habrán desaparecido o habrán sido sustituidas por otras. Las empresas que sobrevivirán serán las que logren alinear sus intereses económicos con los valores de la sociedad. Iberoamérica tiene la oportunidad de liderar esta marcha colectiva hacia una economía global renovada. Una economía más social, más justa y más sostenible. Nuestra juventud lo demanda, pero sobre todo lo merece.
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