Columna originalmente escrita para el periódico El País, 17/11/17
La semana pasada fui invitada como ponente en el Web Summit 2017, uno de los encuentros globales más importantes sobre innovación e Internet, que se celebró en Lisboa con una asistencia de más de 60.000 personas. De los 1.200 ponentes, solo 11 provenían de América Latina, ¡menos del 1%! Esta bajísima representación refleja la inmensa brecha de la región frente a los líderes en innovación digital. También es fruto de una falta de convicción y de determinación para hacernos visibles en los ámbitos en donde se discuten los temas frontera en tecnología, ciencia, conocimiento e investigación. Debemos superar esa barrera y acudir a los foros globales a presentar nuestra experiencia. Participar con voz y visión propias en los debates que está perfilando el mundo forma parte del cambio que América Latina requiere para transformar su economía. Esto es algo que hemos venido promoviendo en la Secretaría General Iberoamericana.
La nuestra es una región de muchos emprendimientos, pero estos sufren de poco crecimiento y poca innovación. Mientras la empresa promedio de un país desarrollado dedica alrededor del 4% de su volumen de ventas a la innovación, en América Latina esa cifra alcanza apenas el 2,5%. La proporción de exportaciones de alta tecnología sobre el total de exportaciones de manufacturas en América Latina es la mitad de la de los países de la OCDE. Tan solo para cerrar la brecha que la separa de los países más avanzados, la región debe cuadruplicar su inversión en investigación y desarrollo. Su participación en cadenas de valor se encuentra por debajo de la media mundial, mientras apenas el 20% de sus universitarios cursan estudios de ciencia y tecnología (en China es el 50%, por ejemplo).
Entre los factores que explican esta brecha, se encuentra la poca diversificación de nuestras matrices productivas, la insuficiente inversión privada en investigación y desarrollo y su baja absorción de nuevas tecnologías, las escasas alianzas público-privadas, junto con la dificultad del sistema educativo de transmitir las destrezas y competencias necesarias para competir a escala global. En general, hay una ausencia de un ecosistema propicio para la experimentación, el cambio disruptivo y el desarrollo de propuestas transformadoras.
Contamos con la generación joven más numerosa, educada y tecnológicamente alfabetizada de nuestra historia: en los últimos 20 años duplicamos la matrícula universitaria, la mayor expansión en cualquier región del mundo.
Al mismo tiempo, América Latina reúne condiciones muy positivas, que bien gestionadas permitirían dar un salto exponencial. La infraestructura digital es bastante competitiva y únicamente un 10% de la población reside en áreas sin cobertura de redes 3G o 4G. Los latinoamericanos superan en 13 puntos porcentuales la media mundial en uso del Internet. Se espera que estas tendencias se profundicen frente a los nuevos cambios demográficos, con la expansión de las clases medias y la mayor participación económica de mujeres y jóvenes. Contamos con la generación joven más numerosa, educada y tecnológicamente alfabetizada de nuestra historia: en los últimos 20 años duplicamos la matrícula universitaria, la mayor expansión en cualquier región del mundo.
El movimiento en el ámbito del emprendimiento joven y la innovación ciudadana también es considerable. Desde la SEGIB lideramos el fomento de innovación ciudadana que ha permitido mapear y conectar más de 4.500 iniciativas de innovación en 30 ciudades de la región, conformando una red de 20.000 emprendedores sociales que están transformando sus comunidades con la ayuda de la tecnología.
Queda mucho por hacer. Debemos impulsar una mayor movilidad de investigadores y emprendedores, que polinicen y aceleren la transferencia de conocimiento entre nuestros países. En esta tarea, España y Portugal son aliados indispensables. También debemos mejorar el ecosistema de emprendimiento e innovación, diseñando herramientas financieras específicas y optimizando los marcos regulatorios. Debemos contribuir a la transformación de nuestros sistemas educativos, para que respondan a las nuevas realidades. Y debemos incentivar el cambio cultural que nos permita premiar la experimentación y la prueba y error, en lugar de penalizarlos.
Para cambiar la realidad, no basta creer en uno mismo. Pero es imposible generar cambios sin confianza. América Latina puede reclamar su espacio en la frontera de la innovación y el conocimiento, pero debe confiar en su propio potencial y apostar por el talento de su gente. La voz de los emprendedores e innovadores latinoamericanos merece una presencia clara y constante en espacios como el Web Summit, donde tiene mucho que aportar y también mucho que aprender.
Ver todos los temas